Comer, viajar y amar

Comer, viajar y amar - Pasteles Cotidianos

En ese orden, o mejor dicho esos verbos. Después el orden de lo factores no altera el producto.

La necesidad de conocer nuevos o volver a viejos lugares donde fui feliz. La sensación de respirar un aire diferente, de tomar agua con otro sabor y comidas extrañas. Lenguajes poco conocidos, pisar calles que desconozco, pagar en otra moneda en el mejor de los casos. Aviones, trenes , micros o barcos que me lleven por rutas lejos de casa.

Colonia es mi lugar en el mundo. Amo escaparme al país vecino, nunca me canso, nunca me aburro de ir. Y sentirme parte de lugares ajenos, la cotidianidad, el visitar siempre los mismos lugares hace que sea en donde no soy, pero siento que soy. Ir a almorzar la pasta con tuco y mejillones en La Esquinita, justo en frente del local lindo que vende objetos. Los desayunos de la Posada Don Antonio: siempre café con leche (más leche que café), dos tostadas con queso untable, jamón y queso de maquina, uno o dos bizcochos y la ensalada de frutas cortada bien chiquitita. El Freeshop del barco, el cambio peso argentino-peso uruguayo.

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Los amigos de la librería del shopping. Las zapatillas “New Balance” rebajadas en el local de la calle principal. La cerveza Patricia. Y siempre un nuevo hotel o alojamiento por conocer.

Me encantaría tener una casita en Colonia del Sacramento y vacacionar más días, que no sea sólo una escapada, que sea un instalarme por largo rato. Y mezclarme entre los locales, pasar como una más, dejar de ser porteña por unas semanas.

En Uruguay siempre se respira bien, se come rico y se ama lindo.

Uruguay me enamora y por suerte la tengo cerca de casa.

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