El sommelier siempre estará a la disposición del cliente para recomendarle aquel vino que, de acuerdo a su textura y combinados sabores, vaya mejor con sus gustos, tolerancia o platillo del día, pero ¿por qué no conocer de ante mano lo que nos gusta?
Las leyes mendelianas establecen las reglas de la herencia genética del hombre, que se traducen en genotipos divididos en dominantes y recesivos. Con esta teoría se explica qué características más sobresalientes obtuvieron de sus padres y por qué. Lo mismo sucede con el vino, con la única diferencia que en la cata de vinos no se hablará de herencia, sino de procesos y forma de crianza, que marcarán sus distinciones.
El más famoso de los vinos tintos, el cabernet sauvignon, representa uno de los sabores con más contraste que se podrá encontrar en esta categoría, por su intenso sabor a cerezas negras y cedro, que se complementan con algunas especias como el roble junto al tabaco y vainilla.
Este vino proveniente de Francia, pero cultivado en las principales vides del mundo, contiene un alto grado de astringencia gracias a su largo proceso de añejamiento, que se prolonga de cinco a diez años.
El merlot suaviza las opciones, y se convierte en el vino de inicio para los principiantes en el mundo de la cata. Su suavidad se debe a su incrementado contenido de frutos rojos que dejan un sabor a ciruela, pasa de uva con especias de miel y menta de fondo. Es un vino que suele mezclarse con otro de mayor cuerpo-como el cabernet sauvignon- para matizar su fuerte sabor a la hora de degustarlo.
Syrah, la uva con una procedencia desconocida, se presenta como una opción de alto complejidad como el cabernet sauvignon, pero con menor grado de astringencia y especias. Pese a su gran cantidad de taninos, estos le generan una textura suave e incluso untuosa en el paladar del catador, que produce una estela de sabores como la grosella negra, cassis, y mermelada de ciruelas, zarzamoras y algunas especias.
La piña negra francesa, mejor conocida como el pinot noir, es más ligera que el merlot y deja en las papilas gustativas una sensación a frutas rojas con un poco de flores, categorizadas entre frutillas, arándanos, violetas, canela, rosas y anís. Su olor no dista de su composición, pero si se cría en barrica de robles, le aporta un toque de vainilla, tabaco y cuero.
Estas son sólo cuatro categorías de cepas, pero para cada clase de vino se deberá discernir su cuerpo o complejidad, su nivel de astringencia y qué tipo de sabores resalta dentro de su composición, para descubrir qué tipo de vino es de mayor agrado en su paladar.