Descubriendo los sabores de Uruguay

Chivito Uruguayo en Café Brasilero en Montevideo

Todavía no encuentro el por qué elegí a Uruguay como un destino por conocer. Recuerdo que el interés por él se despertó cuando una tarde mi hermano me comentó que en tan poco tiempo, desde Puerto Madero, podía cruzar la frontera y encontrarme en otro país. Esa idea vibró en mí, y empezó a despertar mi interés por él. ¿Cómo es posible? ¿Qué hay allí? ¿Qué moneda utilizan? Fueron algunas de las preguntas que empezaron a aparecer en mi cabeza. Si mal no recuerdo, tarde menos de un mes en planificar mi viaje, y tratar de aclarar todas las dudas que me surgieron de él.

Encontré rutas con paisajes increíbles, pero aunque intenté escapar de mi amor hacia la comida y el buen vino, estos me llevaron a recolectar toda la información que pude encontrar de portales de internet para incorporar a los paisajes una ruta gastronómica. Aunque no lo crean, me costó; y mucho. En ningún portar había información de el paisito – como le gusta llamar a su país a los uruguayos-, ni de cómo moverme dentro de él, qué otras atracciones no tan turísticas hay para conocer, y mucho menos sobre su oferta culinaria y su carta de vinos. ¿Tendrán zona vitivinícola? ¿Acaso su gastronomía no es parecida a la nuestra? Increíblemente me empezaron a surgir más preguntas que respuestas, lo que concluyó en un gran trabajo de investigación. Sin dar con respuestas en ningún sitio web, pregunté en un grupo de viajeros en el que estoy en Facebook si había algún mimbro que viviera en Uruguay que pudiera ayudarme a descubrir su país; y muy de a poco fueron apareciendo vecinos viajeros que me resolvieron un poco la organización del viaje y ayudaron a despejar mis dudas.

Colonia del Sacramento, Uruguay
Colonia del Sacramento, Uruguay / Foto: Sara Cabral

Tardé una hora y unos pocos minutos en llegar a Colonia del Sacramento (primer destino después de cruzar en Ferry el Río de la Plata). Era una tarde soleada así que salí a recorrer su Casco Histórico y esperar ver los tan famosos atardeceres de Uruguay. En su costa está lleno de bares donde podes disfrutar de una parrillada, nada distinto a la oferta gastronómica que nos tiene acostumbrados Buenos Aires.

Café Brasilero Montevideo, Uruguay
Café Brasilero Montevideo, Uruguay

Lo divertido empezó al llegar a Montevideo. Quería conocer el mítico Café Brasilero, y sentarme en el mismo lugar donde Eduardo Galeano pasaba sus tardes y se inspiraba para escribir sus majestuosas obras literarias. Me senté allí, pedí la carta y miré hacia la calle, como solía hacer Eduardo. Por más que es solo un café, entre sus opciones me encontré con el “chivito uruguayo criollo” y decidí probar ese plato tan típico del que hablaban todos. Sobre la mesa reposaba un plato con un sándwich de carne, lechuga, tomate, huevo y papas fritas de guarnición. Al probarlo, y para mi sorpresa, me di cuenta que no era carne de chivo. Lo mismo le pasó a una turista en Punta del Este, hace muchos años, que pidió carne de chivo (que había probado anteriormente en Córdoba, Argentina) en “El Mejillón” de Antonio Carbonaro; allí, al no contar con esa carne, le dieron un churrasco en pan para no perder a esa clienta. Ella quedó muy satisfecha, y esa hazaña le dio natalicio al hoy famoso “chivito uruguayo”.

Chivito Uruguayo en Café Brasilero en Montevideo
Chivito Uruguayo en Café Brasilero. Montevideo, Uruguay

Esa clásica historia me la contó Enzo, un chico que conocí en el grupo de Facebook que mencioné antes, mientras caminábamos por Av. 18 de julio y me cebaba unos mates. ¿Ya les comenté que los uruguayos andan con un termo bajo el brazo cebando mates en plena calle? Llegué a ver gente de traje saliendo de sus oficinas cebando mates. Indudablemente, tanto argentinos como uruguayos tenemos esa misma costumbre de tener de compañero al mate en todo momento.

Luego de haber realizado mi labor de búsqueda sobre Uruguay en Buenos Aires, aprendí mucho sobre los vinos de ese país. Pude encontrar en un portal uruguayo que la cepa Tannat es la de excelencia. Tomarse un Tannat en Uruguay equivale a tomar un Malbec de Luján de Cuyo en Argentina, una explosión de sabores al paladar. Así llegue a Los Dominguez, en Montevideo, una vinoteca de extensa vidriera que exhibe tanto vinos nacionales como internacionales. Decidí comprar uno de los mejores, y me lleve el Tannat Viejo de Hector Stagneri; digno ganador de tres medallas de oro en 2016, dueño de un gran cuerpo con aroma y sabor a ciruelas, y de color rojizo intenso. El vino uruguayo quedará grabado en mi memoria, tanto ese Tannat como el Cabernet Sauvignon de Don Pascual que descorché una noche en Barra de Valizas para acompañar unas pastas. Vinos ácidos de gran cuerpo, que dejan sus taninos al descubierto para adentrarte en una experiencia vinícola única.

Me alejé de la zona céntrica y decidí ir a Cabo Polonio, en el departamento de Rocha. El cabo es excesivamente hermoso, una reserva natural rodeada por dunas de arena, casas de colores y mar, un escenario ideal para relajarse. Caminando por la zona céntrica de Cabo Polonio me encontré con un bar, “Lo de Dany”, donde comí algo que me encantó… buñuelos de algas. Sí, de algas. Se encuentran muy fácilmente en la reserva natural, caminando por la playa. El buñuelo surge de la mezcla de huevos, harina, algas y condimentos, que luego es llevada a fritar. Imposible no maridarlos con una cerveza local, como lo es Patricia o Norteña (mi favorita).

Cabo Polonio, Uruguay
Lo de Dany. Cabo Polonio, Uruguay / Foto: Sara Cabral

Mi intensa semana en Uruguay estaba concluyendo, y ya era hora de regresar al caos de Buenos Aires. Indudablemente este país me llenó de sorpresas y experiencias que me inquietan a repetir nuevamente, y voy a intentar convencer a los demás de experimentar.

¡Hasta la próxima, gurises!

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