Papelitos de colores

Martes a la tarde, entre las 17 y las 18 hs.

Caminando por Talcahuano, llegando a la radio para hacer mi programa, veo a un hombre agarrar de la pared revestida con algún afiche de, vaya a saber qué publicidad, qué obra o qué concierto, un papelito blanco y azul. Agudizo mi vista y el papel tenía a una mujer en ropa interior casi invisible, con algún nombre y algún teléfono de la zona según la característica. Me alegré al pensar que el hombre iba a juntar un par más de los tantos mini-folletos para tirarlos a la basura en un acto de grandeza. Pero no, el hombre agarró solo un papel, y se lo guardó. Me quedé inmóvil, conteniendo la respiración hasta que pude llegar a la puerta de la radio y volver a respirar una gran bocanada de aire porteño contaminado.

Ese tipo hoy va a tener una cita paga.

  1. Ultimo los detalles finales y empiezo mi programa. Me olvido del tipo, del papel, de la mina en bolas y de inminente la cita. La vida sigue. Semanas más tarde, camino por calle Corrientes a la altura de Callao. Sobre la avenida están esos carteles publicitarios que tiene afiches de ambos lados, recubiertos por un plástico transparente y enmarcado en algún material gris. Veo que un hombre repite la misma acción que el tipo de Talcahuano. Empiezo a quedarme sin aire nuevamente. Dejo de caminar, me quedo quieta a unos pocos metros del cartel y del hombre. El hombre no agarra uno, agarra un manojo de papeles que promocionan a mujeres que ofrecen sus servicios de sexo pago. Se llena la mano de esos papeles, deja desnudo al cartel, igual de desnudo que la imagen de la mujer del volante. Reconozco al hombre de cabello rapado, no me acuerdo su nombre, tiene rasgos duros, es actor. Intento hacer memoria pero es imposible recordar cómo se llama. No importa eso, sigo mirándolo. Termina de agarrar todos los folletitos, los aprieta, los hace un bollo y se va. En su cara se nota la indignación y en la mía el alivio. Vuelvo a casa, paso antes por la librería, pido un libro de Cristina Peri Rossi. Lo abro al azar. La página dice esto:

Se rompió la cara con ellos. Se rompió la cara, perdió un diente, un labio sangró, una oreja perdió un trozo.
-¿Qué te ha pasado?- Preguntó su madre, cuando lo vio herido.
-Unos que te han llamado puta-respondió todavía indignado. Tenía once años.
-Soy una puta, querido-dijo ella-. Y a mucha honra. Eso nos ha dado de comer, no tu padre que se fue antes de que nacieras.

Está bien, es ficción y la vida me hace un guiño.

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