Me encuentro frente a un gran pastel decorado con un fondant espectacular, de brillantes colores que deseo morder sin que nadie me vea, pero al momento de la degustación todo es un fraude: no es delicioso, raya en lo simple y la gran masa de colores va directo al basurero.
¿En algún momento les pasó esto? Si es así, resulta que fueron víctimas de un marketing visual excelente que sólo se queda en la primera fase: vender la imagen, y no la calidad total del producto.
La gastronomía y el marketing tienen un acuerdo implícito a la hora de promocionar un buen producto; es necesario que aquellos que vendan “algo”, generen una experiencia al cliente para ganar su lealtad. Al final, ese es el propósito del negocio de la mercadotecnia, crear “fans enamorados” de tu marca.
El pastel forma parte de cualquier celebración, y por este motivo crecieron programas como Cake Boss, conducido por Buddy Valastro, donde la decoración se convirtió en la protagonista. En estos casos, las ilustradas tortas de ensueño eran el salvoconducto de la serie, ya que es difícil estimar los sabores de una receta, con diversidad de ingredientes, que no tendrás posibilidad de oler, sentir y mucho menos probar.
El problema del fondant es simple, no todos lo saben preparar. Esta mezcla conformada por un 90% azúcar, depende de la elasticidad y el clima para que cumpla la función de recubrir el bizcochuelo en óptimas condiciones. Si hay mucha humedad, el fondant puede llegar a perder su elasticidad y agrietarse.
El marketing visual determina que los consumidores buscan una imagen que represente al producto o sus efectos. La decoración versus el contenido del postre presenta una analogía de nuestra niñez, donde buscábamos un libros con dibujos o fotos, que de no tener ilustraciones no lo leíamos.
Lo cierto es que las tendencias cambian y las modas son cíclicas. El fondant representa la novedad del siglo XXI en la pastelería, pero los rellenos suculentos con cubiertas cremosas también son vistosos, y se mantienen por mucho más tiempo fresca, ya que el ponqué “respira”.
La definición ideal del sentimiento gastronómico se refleja en la película Ratatouille, una pieza cinematográfica de Disney, donde el personaje principal derrota los paradigmas de un reconocido crítico culinario con un plato muy sencillo, pero delicioso que evoca a su infancia.
Esa es la esencia culinaria, darle sentido de pertenencia y arraigo a un platillo, para que su identidad no se pierda a causa de una decoración exquisita, pero innecesaria.
Yo estimo el arte, pero para que perdure es mejor hacer una escultura. Esta no es una declaración de guerra contra lo estético, sólo que un ponqué suave, jugoso y gustoso con un relleno de crema pastelera y trozos de chocolate también es una degustación que no debemos olvidar.
El equilibrio entre una decoración artística y un buen sabor debe ser la clave para fomentar las ventas. No se debe descuidar ningunos de estos aspectos, pero tampoco se deben sobredimensionar.