Tengo reuniones con personas que no conozco personalmente y los cito en “La Giralda”.
Salgo del subte y mi pésima orientación me juega la mala jugada de siempre, entonces camino media cuadra en dirección contraria a Talcahuano, cuando me doy cuenta, ya estaba en una especie de carrera tacita, para llegar antes a la esquina, con una mujer de unos ochenta años que también se había puesto un poncho como yo, pero el de ella era cuadrillé rojo y negro, y el mío rosa, beige y azul con motivos étnicos.
Abandono la carrera, dejo que la mujer me gane y retrocedo hacia donde desde un comienzo debía ir. Paro justo en la boca del subte, estación Uruguay, agarro el celular, me fijo la hora y me dirijo al bar.
A mi próxima cita le mando un mensaje diciendo: -Estoy en la puerta fumando un pucho; mientras uso el cenicero, que está en la puerta que da a Corrientes, del colegio de abogados.
Pienso que si la citada tarda más de cinco minutos en llegar el cigarrillo ya se habrá consumido y eso le dificultará la posibilidad de reconocerme. Es entonces cuando, cual detective, activo mis sentidos de visualización “ojo de águila” e intento identificar quién concuerda con la foto borrosa del WhatsApp que el viaje en subte con pésima señal me impidió abrir.
Decido ponerme junto a la puerta de entrada del bar, mientras incomodo a una pareja que se acaba de conocer, creo yo, y que conversa en la mesa que da justo a la ventana. Él oriental, no sé si chino, japonés o coreano, nunca pude distinguirlos, aunque sí puedo diferenciarlos si hablamos de las deliciosas comidas que preparan en esos países. Ella argentina, seguro porteña. Los dos con la incomodidad de las primeras veces y también con la ilusión de los comienzos. Me miran a través del vidrio, los mir y dos segundos después giro la cabeza hacia la avenida.
-Creo que sos Sol , me dice una chica de pelo largo castaño y sweater verde chillón que se acerca sonrientemente.
-Y yo creo que sos vos.
Nos encontramos. De fondo suena ¨Dos en la ciudad¨ de Fito Paez.
¡No olvides dejar tu comentario!