El debate sobre el consumo de gluten se extiende a una década sin dejar nada por fuera: la tolerancia a esta proteína, comparaciones con la irritación a la lactosa, la obesidad y la adaptación del hombre a través del tiempo.
Todos estos factores han sido estudiados minuciosamente para entender la tendencia anti-gluten, que inició con las recetas médicas para personas con enfermedades celiacas, un padecimiento que se caracteriza por una inflamación crónica del intestino delgado, generado por la explosión de esta proteína vegetal contenida en los principales cereales.
Esta molécula es la única proteína que no se descompone fácilmente en los ácidos estomacales, evitando que se convierta en aminoácidos. Su división conforman a los péptidos, partículas unidas que contienen varios aminoácidos.
La recomendación anti-gluten se instauró como una moda, luego de que distintas celebridades se manifestaran en contra de los productos que lo contienen; sin embargo, médicos y académicos le han declarado la guerra, por incrementar el déficit proteínico que sufren la mitad de la población mundial.
Una dieta sin gluten no aporta los nutrientes necesarios para una persona que no sufre la enfermedad celiaca. Esto produce un gasto de dinero innecesario, aunado a una mala nutrición. Los alimentos sin gluten no contienen vitamina B9 y ácido fólico, acrecentando la falta de fibra en una dieta deficitaria.
Eliminar alimentos con gluten intensificará este problema si no se refuerza con otros cereales como el arroz integral, legumbres o frutas y verduras, alimentos también ricos en fibra.
Detrás de esta campaña contra el gluten, también se encuentra un factor económico que influye en su promoción. Un estudio realizado por Mintel, la agencia encargada de evaluar el mercado global, afirmó que Estados Unidos comercializa 9.000 millones de dólares en productos sin gluten.
Los defensores anti- gluten reseñan que la falta de adaptación al trigo es uno de sus principales argumentos, creando un rechazo del cuerpo, aunque no hay ningún estudio médico que sustente esta teoría.
Este argumento nace ante el debate sobre la intolerancia a la lactosa, y la correlación que pueda existir entre la adaptación del cuerpo con el desarrollo de genes especiales, para permitir una ingesta segura en la adultez.
Determinados estudios demostraron que la población desarrolló, a través de los años, una un gen denominado persistencia a la lactosa, una cualidad genética que permite tolerar la lactosa en la edad adulta, al igual que lo hacen los niños.
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